Capitalismo de Estado

Contrariamente con lo que algunos trotskystas y otros «comunistas» puedan pensar, el Capitalismo de Estado no tiene nada que ver con lo que fue el socialismo soviético de la URSS, sino que tiene que ver con el capitalismo actual que precisamente está pasando por su fase más neoliberal e imperialista.

Desde siempre se nos ha venido diciendo que cuando una empresa o corporación capitalista quiebra, ésta debe desaparecer por los «naturales» mecanismos del mercado capitalista, ya que una empresa que está en números rojos o en bancarrota, se supone que no ha sabido o no ha podido competir en el mercado. Son las denominadas Bad Apple (manzana podrida).

Evidentemente, las pequeñas y medianas empresas, que se dedican únicamente a repetir en menor escala las relaciones de producción dominantes que imprimen los grandes capitalistas, rara vez se ven en condiciones de competir con los grandes productores. Es por eso que su caída o su estancamiento en el mercado son lo habitual en un sistema productivo tan voraz, anárquico e inseguro.

Pero resulta que, actualmente, las grandes empresas y corporaciones capitalistas, que precisamente son las que más medios tienen para competir en el mercado, son las únicas que reciben ayudas y subvenciones públicas cuando se encuentran en números rojos, evitando de esta manera su bancarrota. Entonces, ¿cómo quedamos?, ¿los grandes no pueden caer, pero los pequeños sí?. Entonces esto no es más que la ley del más fuerte camuflada como la ley del libre mercado y de la libre competencia.

Por tanto, y como ya descubrió Marx, la libre competencia produce la concentración de la producción en muy pocas manos que paulatinamente van apoderándose de todos los nichos de mercado que pueden, hasta que finalmente obtienen el monopolio. Los capitalistas y las corporaciones que obtienen el monopolio o dominan gran parte del mercado, son los receptores  del dinero del contibuyente cuando atraviesan dificultades o se encuentran en bancarrota. Es decir, el Estado, controlado evidentemente por los capitalistas, impide el natural desarrollo del capitalismo, favoreciendo siempre a los que se encuentran en la cima del poder y la riqueza, es decir, los grandes capitalistas.

Esto es el Capitalismo de Estado, cuando el Estado Burgués salva y reflota a las grandes corporaciones capitalistas. Es el Estado Público al servicio de la Empresa Privada, al servicio de la Propiedad Privada, pero sólo la propiedad privada más poderosa.

Un ejemplo claro es la gran banca privada, que ha especulado con el dinero del trabajador, ha creado una burbuja especulativa que evidentemente ha acabado estallando, y como consecuencia de ello, ha sido recompensada su actitud irresponsable con cientos de miles de millones de euros del contribuyente. Eso si, cuando la banca obtiene beneficios, nada se reparte ni revierte en el bienestar del contibuyente.

Más aun, las grandes corporaciones y bancos castigan ahora al Estado por estar en números rojos. Y es que la avaricia y la hipocresía de los capitalistas no tiene límites. Si no hubiera sido por el dinero del Estado, todos los bancos hubieran quebrado. Pero aprovechando su poderosa situación de dominio, han utilizado al Estado para embaucarlo y destruirlo. Van a adueñarse de todo lo público mediante la privatización, y por eso ahora todos los llamdos «mercados» actúan contra los Estados y los someten a sus dictados. Ha empezado ya un rápido y progresivo desmantelamiento del Estado y de la «sociedad del bienestar», que tanta sangre, sudor y sacrificio han costado a nuestras pasadas generaciones.

Económicamente hablando, la dictadura del capitalismo ha llegado a su punto más imperialista, más neoliberal, y por tanto, más fascista. La sociedad no importa, sólo importa el dinero de los que tienen y siempre tendrán el poder. Esto es el Capitalismo de Estado, y no lo que la sociedad rusa logró construir. Es necesario devolver a las palabras su verdadero significado, y no tergiversar la realidad como hacen trostystas, anarquistas y burgueses.


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